martes, 31 de marzo de 2009
Nuestra Relacion Con Los Animales
Publicado en la Revista FERNANDA
Abril 2004(México)
Sección N U E S T R A V I D A
AMAR A LOS ANIMALES
© Por Eduardo Lamazón
La vida no es vida sino intenso dolor para la mayoría de los animales sólo por haberles tocado en suerte compartir el planeta y este tiempo con el hombre, su verdugo más cruel y excesivo.
Los ‘animales no humanos’, hay que decir, para expresarse con propiedad de ellos, seres maravillosos en los que la naturaleza es perfección, pero tristemente indefensos ante el individuo elemental, depredador incorregible.
Hay quienes afirman que lo que distingue al ser humano de los otros animales es el raciocinio, pero es necesario ponerlo en duda, viendo lo que aquel hace con su aparente ventaja, no sólo en su relación con los seres inferiores que están a su merced, sino con el uso inescrupuloso que le da en cada acto a su facultad de entendimiento.
Apenas comprendiendo su ignorancia y confusión puede explicarse la arrogancia insoportable del que pone su derecho a la vida ciegamente por delante del derecho a la vida de otros seres.
Si somos superiores, sólo esa condición nos agrega un imperativo moral por el cual debemos rendir justificaciones de nuestros actos. Sólo el hecho de que debamos decidir cómo tratar a los animales, hace a nuestra relación con ellos moralmente grave. Decía Shakespeare en ‘Hamlet’: “no hay nada bueno o malo sino que el pensar así lo hace”. Nosotros pensamos, no nuestro perro, por lo que tenemos el privilegio y la carga de hacernos responsables de la relación y el trato.
Pero nuestra relación con las bestias, sin embargo, es la de las metáforas que las degradan. “Eres un animal”... “Eres un burro”... ¿Por qué no “eres un hombre torpe”, o “eres una mujer egoísta”?
“Soy un miserable gusano” decía Friedrich Nietzsche para autodefinirse, cuando lo devoraba la sífilis y expiaba su remordimiento de filósofo porque se acostaba con su madre y con su hermana. Había muchas culpas humanas en él, pero ¿qué culpa era del gusano?
El siglo XX fue generoso y mezquino, bálsamo y letal, ubérrimo para la ciencia y retrógrado para la convivencia entre los hombres. Sobre su final mostró ¡por fin! una luz de esperanza en el reconocimiento al derecho de los animales en las sociedades civilizadas. Una luz, que quede claro, nada más que eso, pero algo más que nada.
Los derechos del hombre en la Grecia clásica eran los derechos del ciudadano varón y libre. Las mujeres y los esclavos eran para la legislación tan poca cosa como hoy son –continúan siendo- los animales en las comunidades rabonas e incultas.
Otras formas de discriminación, igual de abyectas y vergonzantes ha visto la historia. Quemar al hereje en la hoguera fue una conducta aceptada, hasta que un día la civilización decidió que era inaceptable.
Todo es cuestión de tiempo. Llegará el día en que el exterminio irracional de los animales no humanos de esta época, en casi todas las sociedades, será un asunto que se exhibirá en museos, a la mirada incrédula de los visitantes.
Tengo malas noticias para los orgullosos “seres superiores” que en tono peyorativo llaman bestias a las bestias: los hallazgos sobre el mapa genético de las especies demuestran sin lugar a réplicas, que nuestro patrimonio genético es idéntico al de los gorilas en un 97 por ciento, y si esto es de suyo humillante... para los gorilas, claro, también se halló que el número de genes necesarios para constituir un hombre es sólo el doble de los que tiene un gusano.
La vida es, aun para la ciencia, el más grande de los milagros, lo que parece ignorar el hombre promedio de todas las latitudes, porque la compromete cada vez que puede, arrasando bosques y especies, contaminando el aire y el agua, y detonando nuevas enfermedades. Es el hombre, entre todos los seres vivos, el único dotado para la estulticia.
Konrad Lorenz, el etólogo austríaco, el gran sabio del siglo pasado que en 1973 obtuvo el premio Nobel de medicina, dijo: “el hombre siempre fue bastante estúpido, pero últimamente noto un cambio... está peor”. Es el mismo médico bondadoso que amaba a los animales hasta la médula y que en otra ocasión afirmó: “De sólo pensar que mi perro me quiere más que yo a él, siento vergüenza”.
Lord Byron escribió para la tumba de su perro ‘Botswain’ este epitafio: “Aquí reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad y todas las virtudes de un hombre sin sus vicios”.
Los animales, salvajes o domésticos, son, a la luz de la inteligencia, nuestros compañeros de viaje. Su sacrificio o sufrimiento inútiles son actos de inmoralidad y barbarie degradantes para quien los provoca.
¿Por qué quererlos?
Una máxima filosófica simple dice que es correcto preferir un estado de cosas mejor a uno peor.
Pero detrás de esto, en términos cotidianos, por respeto a nosotros mismos. Porque el cuidado de todas las formas de vida nos hace más evolucionados. Porque lo expansivo es primitivo y la inhibición es cultura. Por compasión, que la compasión es una olvidada emoción elevada. Porque matar o hacer sufrir es destrucción. Porque construir es participar como un Dios todopoderoso del acto de la Creación. Porque el hombre útil o bueno o civilizado vive de acuerdo con ciertos valores y no hay valores que justifiquen la crueldad. Porque la inteligencia invita a vivir de tal manera que nuestras acciones aporten a la felicidad y no al dolor que hay en el mundo. Porque proveer a la vida y no a la muerte no puede ser una antigualla, a menos que el mundo esté irremediablemente perdido. Porque estoy seguro que entiende usted la diferencia entre la sensibilidad de quien mata a un animal por placer, y la de quien goza escuchando la Quinta Sinfonía de Beethoven.
Un amante de las corridas de toros me dijo una vez que los toros de lidia no nacerían si no existiera esa primitiva obscenidad que llaman fiesta, “porque son criados para la muerte en la plaza” –me explicaba-, a lo que respondí que con su criterio podríamos criar niños para que sean sacrificados frente a cincuenta mil forajidos con boleto pagado.
Desde Platón sabemos que educar es formar en la virtud. Piedad, compasión, amor por la vida de todos los seres, respeto por la otredad, son conquistas del hombre morigerado, de buenas costumbres, superior. Superior no de superar a los demás, sido de haber sido capaz de mejorarse a sí mismo, de haberse alejado de aquella pequeña cosa tan sin pulimento que era cuando nació.
¿Por qué dirán que con relación al hombre los animales son una especie inferior? ¿Porque no tienen algunas “virtudes” que adornan a los hombres? Sí, recuerdo algunas: el odio, la maldad, la envidia, la venganza, el rencor, el engaño, la traición, la soberbia.
Todos los animales, humanos y no humanos, morimos cuando cesan nuestras funciones corporales. Los hombres crueles, empero, mueren mucho antes, aunque ni lo noten.
© Eduardo Lamazón
domingo, 8 de marzo de 2009
BLESSED LOVE – BENDITO AMOR
Dando gracias y alabanzas al más alto y elevado Su Majestad Imperial Haile Selassie I JAH RASTAFARI por el bendito amor y la bendición que ha puesto a su servidor, hoy me siento preparado para poder declarar a todo el mundo acerca de la verdad que me ha llegado en el mejor momento. Con calma y paciencia esperé las herramientas necesarias, la confianza y la fortaleza para no caer ni confundir a nadie.
Ahora puedo asegurar e invitar a todo el mundo a conocer la única verdad de este mundo. “Considerando a todos nuestros hermanos de cualquier nación, de cualquier raza, de cualquier tradición religiosa, lingüística o histórica, como iguales, sin celos, sin miedo, sin orgullo indebido” (Palabras de SMI Haile Selassie I), es el momento de llegar a la verdadera unidad mundial, y las herramientas han llegado para todos, a través de la tecnología y la globalización que esta aboliendo las barreras de la comunicación. Así, nos damos cuenta de que tenemos grandes recursos para poder prepararnos para, con el mayor respeto, estar dispuestos a aprender juntos y cada uno construir su camino, su redención; disfrutando de verdad la inmensa perfección de la creación de este mundo, de esta vida.
Todos necesitamos despertar, y abrir los ojos, y con mucho razonamiento darnos cuenta de que la confusión nace por buscar explicaciones innecesarias.
Hermanos debemos sacudirnos de ese tipo de pensamientos, y buscar lo que realmente necesitamos: Amor, Felicidad, Unidad. Y la respuesta es fácil de conseguir. Sabemos motivados desde una fuerza interior que existe un ser superior que nos ha regalado el mundo y la vida. Dios. Lo buscamos en distintos lugares y religiones pero nos olvidamos que esto es más sencillo de lo que se piensa. Mi razonamiento me dice que debo buscar en mi mismo, en mi corazón. He ahí encontré la respuesta que me da tanta felicidad y fortaleza para hoy poder escribir y transmitir esta infinita alegría. Ahí encontré a Dios que habita en mí. Mi cuerpo es mi templo. Y como dijo el cristo negro en carne, King Emmanuel I JAH Rastafari: Mis ofrendas y holocaustos son mi rectitud de vida, llevándola de manera natural, sin contaminarme con muerte ni pensamientos, ni actitudes del mal.
Bendito amor, a todos, porque estoy seguro que todos podemos despertar y abrir los ojos y escuchar a nuestro corazón, tan simple como sus latidos, su sonido del 1,2. Bendito el canto del rasta que eleva su voz y enaltece el nombre de Dios tocando tambores. Somos la creación perfecta, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Debemos siempre agradecer por esa bendición y encontraremos la verdadera felicidad.
Bendito Amor, rastas. Bendito Amor, Humanidad. Cantemos todos juntos. Cuando sientas que tu corazón se regocija, esa buena vibra que se siente dentro de ti es porque Dios escucha tu canto y luego se expresa por todo tu cuerpo. Bailen hermanos. Únete a esta positiva vibración. Encuentra la felicidad en lo simple. Recuerda que todo es perfecto. Los animales también se alegran y cantan. No lo pienses y únete.
Bendito Amor
Suscribirse a:
Entradas (Atom)